18 Mar 2021

Sientan las bases moleculares para el desarrollo de cultivos “climáticamente inteligentes”

Científicos de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y colegas lograron identificar mecanismos moleculares que aumentan la capacidad de las raíces de las plantas para absorber agua y nutrientes del suelo en condiciones de bajas temperaturas.

Investigadores del Instituto Leloir: José Manuel Estévez (izq.), director del estudio, y Javier Martínez Pacheco, primer autor.


Un estudio liderado por investigadores de la FIL y del  Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) logró describir de manera detallada factores moleculares que regulan el crecimiento de las raíces de las plantas sometidas a baja temperatura. El avance sienta bases para el desarrollo de cultivos que se adapten al cambio climático y garanticen así la seguridad alimentaria mundial.

“El objetivo es comprender mejor la relación entre las plantas y el ambiente para poder diseñar estrategias de agricultura sustentable y desarrollar plantas climáticamente inteligentes que sean capaces de adaptarse y crecer en ambientes hostiles”, afirma José Manuel Estévez, codirector del estudio, jefe del Laboratorio Bases Moleculares del Desarrollo Vegetal de la FIL e investigador del CONICET.

El puntapié inicial del trabajo, publicado en la revista “Molecular Plant”, fue cuando los científicos pusieron ciertas plantas que se usan como modelos de estudios vegetales, Arabidopsis thaliana, a crecer a bajas temperaturas (10 grados) y no a 22 grados, como hace habitualmente.

“Estas condiciones de frío le son desfavorables, el crecimiento se hace mucho más lento. Lo sorprendente fue descubrir que en el caso de los pelos radicales (estructuras de las raíces encargadas de absorber agua y nutrientes del suelo) pasaba lo opuesto: crecían más del doble de su tamaño habitual. Esto contradecía a lo que esperábamos que pasara”, señala Federico Ariel, codirector del trabajo y jefe de laboratorio en el IAL, que depende la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET.

Investigadores del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral: Federico Ariel (izq.), también director del estudio, y Michaël Moison y Leandro Lucero, primeros autores.


Tras combinar el uso de herramientas genéticas y bioquímicas, junto con técnicas de microscopía avanzada, biología molecular y celular, los científicos lograron identificar los mecanismos moleculares que regulan el crecimiento de los pelos radicales de las plantas a bajas temperaturas. Comprobaron que una molécula llamada APOLO (un ARN largo no codificante) es el que controla el crecimiento de esas estructuras de las raíces: interactúa con proteínas reguladoras llamadas “factores de transcripción” en este caso una denominada WRKY42, que a su vez “enciende” un gen llamado RHD6 que regula la expresión de los genes que disparan el crecimiento de los pelos radicales.

Los científicos identificaron los mecanismos moleculares que regulan, en condiciones de frío, el crecimiento de los pelos radicales, estructuras de las raíces de las plantas que absorben agua y nutrientes del suelo. Créditos: Laboratorio José Manuel Estévez- FIL.


“Se espera que el cambio climático global traiga recurrentes picos de temperatura, precipitaciones y aumento de aridez en los suelos. Es clave que los biólogos moleculares vegetales y los agrónomos tengamos un rol fundamental para generar a futuro nuevos cultivos que se ajusten a esa crisis, en especial cuando existe una demanda creciente de alimentos”, destaca Estévez.

Del avance también participaron los primeros autores Michaël Moison y Leandro Lucero, del IAL, de la UNL y del CONICET; y Javier Martínez Pacheco, del CONICET y de la FIL; Camille Fonouni-Farde y Natanael Mansilla, del IAL; Johan Rodríguez-Melo y Fernando Ibañez, del Instituto de Investigaciones Agrobiotecnológicas, que depende del CONICET y de la Universidad Nacional de Río Cuarto; y Aurélie Christ, Jérémie Bazin, Moussa Benhamed y Martín Crespi, del Instituto de Ciencias de las Plantas Paris-Saclay (IPS2), que depende del sistema científico nacional de Francia (CNRS-INRA) y de la universidad Paris-Saclay de ese país.

Gran parte del estudio fue financiado con aportes del CONICET, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y fuentes de financiamiento Internacionales, y también parte del Premio FIMA Leloir otorgado a Ariel en 2019. El avance contó también con el apoyo de la FIL y del IAL.