24 Ago 2015

Investigadores de FIL descifraron la estructura de una proteína aislada de un microorganismo de la Antártida


El hallazgo contribuye al desarrollo de tecnologías que integran el uso de enzimas que por operar a bajas temperaturas podría reducir en forma significativa el uso de combustibles en la producción de alimentos y en otros procesos industriales.



Créditos: El área de Caleta Potter, en la Antártida, de donde se aisló la bacteria Bizionia argentinensis. Créditos: Doctor Walter Mac Cormack, Instituto Antártico Argentino.


Estudios de ciencia básica podrían en el futuro evitar el uso de petróleo, gas natural y otros combustibles en diferentes procesos industriales vinculados con la producción de alimentos, de bioetanol, de plástico, de productos de farmacéutica y de limpieza para el hogar, producciones de base química y muchas otras.




Un ejemplo emblemático de estas iniciativas es la que impulsa un equipo de investigadores del Instituto Leloir, del Instituto Antártico Argentino, de la Universidad de Buenos Aires, BIOSIDUS, y otros centros científicos, quienes lograron descifrar la estructura tridimensional de BA42, una proteína de la bacteria de la Antártida “Bizionia argentinensis” cuyo genoma completo fue secuenciado en 2008.



Los doctores Martín Aran, Clara Smal y Leonardo Pellizza, del laboratorio de Resonancia Magnética Nuclear Bioestructural del Instituto Leloir. Los doctores Martín Aran, Clara Smal y Leonardo Pellizza, del laboratorio de Resonancia Magnética Nuclear Bioestructural del Instituto Leloir.



“Las enzimas que caracterizamos funcionan a bajas temperaturas (entre 10 y 0 °C) podrían emplearse en reacciones enzimáticas requeridas en múltiples procesos industriales, lo que permitiría disminuir el gasto energético en los procesos productivos”, afirma el autor principal del estudio, el doctor Martín Aran, investigador del CONICET en el Laboratorio de RMN del Instituto Leloir. Por su relevancia, esta investigación es contratapa de la revista científica “Proteins”.




La estructura 3D de esa proteína – de escalas nanométricas (un nanómetro equivale a la mil millonésima parte de un metro) – se logró con un potente equipo de Resonancia Magnética Nuclear - instalado en 2010 en el Instituto Leloir, en Buenos Aires, con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la Fundación Bunge y Born.



Créditos: Doctor Walter Mac Cormack, Instituto Antártico Argentino. Micrografía electrónicas de células de la bacteria de la Antártida Bizionia argentinensis.



Las proteínas de Bizionia argentinensis podrían sumarse a la lista de aquellas derivadas de otros microorganismos antárticos como las obtenidas de la bacteria Pseudoalteromonas haloplanktis que se emplean como aditivo en detergentes para el lavado a temperatura ambiente o las extraídas de integrantes del género Microbacterium para producir bioetanol a partir de aceite de Jatropha, un género de plantas que crecen en África, el Caribe y otras regiones.




En la actualidad la mayoría de las proteínas cuya actividad dan eficiencia a detergentes del hogar o a procesos industriales para la producción de alimentos y bioetanol provienen de bacterias obtenidas de ambientes con temperaturas promedio. “En este contexto, a partir del conocimiento de la estructura tridimensional de la proteína BA42 de la bacteria de la Antártida, se abren las puertas para el desarrollo de enzimas que puedan emplearse para reducir el consumo de energía de determinados procesos industriales”, indica Aran.



Créditos: Doctor Walter Mac Cormack, Instituto Antártico Argentino El doctor Walter Mac Cormack (der.) y dos colaboradores se preparan para salir en un bote neumático a muestrear el área de Caleta Potter de donde se aisló la bacteria Bizionia argentinensis. Al fondo el glaciar Fourcade.



El doctor Walter Mac Cormack, director de la Coordinación de Ciencias de la Vida del Instituto Antártico Argentino, y su equipo aislaron la bacteria de una muestra de agua marina superficial tomada en la parte interna de la Caleta Potter, en la Isla 25 de Mayo en el Archipiélago Shetland del Sur, en la Antártida. “Ahora que hemos aislado y descrito la proteína, nuestro objetivo es comprobar si sus características pueden adaptarse a determinados procesos industriales o biotecnológicos”, destacó Mac Cormack.




El proyecto de búsqueda y caracterización de nuevas enzimas activas a baja temperatura de la Antártida fue iniciado por el doctor Daniel Cicero, del Departamento de Ciencias y Tecnología Química de la Universidad de Roma, en Italia, e investigador correspondiente de CONICET. En el mismo participan, la doctora Clara Smal del laboratorio de RMN del Instituto Leloir, el doctor Adrián Gustavo Turjanski, investigador del CONICET en el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (INQUIMAE), que depende también de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigadores de otros laboratorios e institutos.



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