13 Feb 2023

Despedimos con afecto al Ingeniero Enrique F. Méndez

El pasado 26 de enero falleció el Ingeniero Enrique Méndez, estrecho colaborador de nuestra Fundación desde sus comienzos y cuyo aporte fue vital para el progreso de la FIL. Siempre será una figura entrañable dentro de nuestra historia institucional.

Luis F. Leloir (der.) junto a Enrique Méndez, a quien conoció a fines de la década del ’70.
Una persona honesta, muy querible, entrañable, gran contadora de chistes e historias y sumamente empática. Un ingeniero agrónomo que desde el primer momento en el que se sumó como colaborador, hace ya más de 40 años, hizo que su aporte fuera vital para el progreso de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y supo trabajar codo a codo con nuestros investigadores. Así era Enrique F. Méndez, a quien hoy despedimos con la certeza de que siempre será una pieza fundamental dentro de la historia institucional de nuestra Fundación.

“Enrique Méndez fue un gran tipo. Amaba a la FIL y siempre aseguró fondos para su funcionamiento, aún en las épocas más duras. Era creativo en su trabajo y muy inteligente. Fue muy querido por todos los que tuvimos la suerte de trabajar a su lado. Nos deja un gran ejemplo y un hermoso recuerdo”, lo despide Alejandro  Schinder, jefe de nuestro Laboratorio de Plasticidad Neuronal. “Quiso a nuestra institución como pocos”, coincide Amando Parodi, investigador Emérito de la FIL, quien describe a Méndez como “amigo de toda la vida”.

Méndez se recibió de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), donde conoció a Carlos Lanús, quien luego se casaría con la hija de Luis F. Leloir, Premio Nobel de Química en 1970 y director de nuestra institución durante 40 años. Fue por intermedio de su yerno que Leloir lo conoció y no dudó en sumarlo como colaborador del Instituto. Al poco tiempo ya se había convertido en una figura central para la FIL (en aquellos primeros tiempos Fundación Campomar).

“La pérdida de Enrique Méndez es enorme. Tenía la camiseta de la FIL puesta y sentía orgullo por nuestras investigaciones. Tenemos mucho que agradecerle; estará siempre en nuestro recuerdo”, señala Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular. Por su parte, Mónica Pérez, directora de nuestra Biblioteca, asegura: “Ha sido una de las personas que más me ha influido a la hora de trasmutar el respeto por nuestra institución en verdadero amor y admiración”.
Enrique Méndez (izq.), Ángeles Zorreguieta y Armando Parodi, durante el último asado del Día de la Primavera, una tradición de nuestro Instituto.
Para Vanesa Gottifredi, presidenta del Consejo de Administración de la FIL, “Enrique fue muy afortunado porque encontró una pasión por la que vivir. Lo que hacía para nosotros no era un trabajo para él sino una misión. Sabía que podía marcar una diferencia para la historia de la FIL, tomó el desafío y demostró que era posible. Hay muchas maneras de hacer las cosas y la de Enrique fue inspiradora. Nos cuidó mucho siempre. Nos dejó muchos consejos y proyectos (¡a seguirlos y a darles forma!) y un ejemplo de cómo honrar la vida”. Por su parte, Jorge Daniele, nuestro director de Asuntos Legales e Institucionales, agrega: “Dueño de una marcada personalidad, que matizaba con una colección de chistes interminable, tuvo la sabiduría de adaptarse a todas las generaciones de investigadores con los que le tocó actuar. Esperemos que el tiempo cambie la pena que hoy sentimos por su pérdida por tantos lindos recuerdos que nos dejó”.

Luis Quesada Allué, jefe del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Desarrollo, añade que “Enrique construyó su vida apostando a su crecimiento de la FIL. Fue una persona muy querible e inolvidable”. Por último, Fernando Pitossi, jefe del Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso Central, concluye: “Fue una persona honesta y directa. En tiempos económicos difíciles se puso al hombro la resolución de problemas para que las crisis afectaran a la FIL lo menos posible. Su motivación era emocional al sentirse parte. Y siempre hacía notar su alegría y orgullo genuinos cuando alguno de nuestros descubrimientos se hacía público. Gracias Enrique”.