10 Ago 2022

Pasado y presente de nuestra biblioteca: recordamos a Carlos Cardini, su primer director, a 30 años de su muerte

Este 10 de agosto se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de quien fuera vicedirector de nuestro Instituto por más tres décadas, y el gran promotor de la biblioteca que hoy lleva su nombre como espacio clave para la investigación y formación de recursos humanos. 

Callado pero sociable, Cardini (de pie) fue un notable investigador dentro del equipo que comandaba Leloir.
Además de a Luis F. Leloir, su mentor y primer director, la Fundación Instituto Leloir (FIL) debe mucho de su actual prestigio y solidez intelectual a varios investigadores que acompañaron desde el inicio al Premio Nobel de Química en sus aventuras científicas. Uno de ellos fue Carlos E. Cardini, quien murió el 10 de agosto de 1992, luego de haber ejercido por más de 30 años el cargo de vicedirector de nuestro Instituto. Y no sólo eso, también fue el gran impulsor de nuestra Biblioteca, que comandó desde su creación en 1947 hasta su muerte, y que desde entonces lleva su nombre.

Cardini se graduó de Farmacéutico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1933 con medalla de oro y dos años después obtuvo el doctorado en Bioquímica por la misma universidad. Tras haberse destacado como profesor de Química Orgánica y Biológica en la Universidad de Tucumán, de formar grupos de investigación y de dirigir diversos proyectos científicos, se incorporó en 1947 al entonces Instituto de Biología y Medicina Experimental liderado por Bernardo Houssay, en el grupo que dirigía Leloir e integraban también los doctores Ranwell Caputto y Raúl Truco. Allí fue una de las piezas claves en el estudio del papel en la biosíntesis de los hidratos de carbono, tema por el cual la Academia Sueca decidió premiar a Leloir en 1970.  

Amante de transmitir el conocimiento y un apasionado por despertar nuevas preguntas entre los alumnos, Cardini compatibilizó su rol de investigador con el de la docencia y llegó a ser Director del Departamento de Química Biológica de la Facultad Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. 

En sus casi 75 años de existencia, la historia de la FIL no puede ir separada de la de su biblioteca y, por lo tanto, tampoco de Cardini: fue gracias a él que lo que comenzó tímidamente en una pequeña habitación en la sede de la calle Julián Álvarez del entonces Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar (hoy Fundación Instituto Leloir), se transformó en la biblioteca más completa del país en el área de la bioquímica y ocupa un gran espacio luminoso y confortable de la planta baja del edificio actual, frente al porteño Parque Centenario. Si bien tuvo su origen en la colección de libros y revistas del propio Leloir, fue su primer director quien ayudó a que creciera y sistematizó su funcionamiento.

Cuando murió Cardini, la FIL decidió homenajearlo y bautizó a la biblioteca con su nombre. En ese primer momento se llamó Biblioteca Carlos Eugenio Cardini, pero luego Roberto Staneloni, también discípulo de Leloir y quien la dirigió por varios años, propuso que quedara sólo el apellido. Cardini era una persona muy empática y a la que todos sentían muy cercana y de la otra manera creía que el nombre completo imponía distancia y formalidad. 
Ubicada en la planta baja de nuestra sede, frente al Parque Centenario, la biblioteca ocupa un espacio luminoso y confortable.
En 2002 y consciente de la necesidad de actualizar la biblioteca para poder aprovechar al máximo las nuevas tecnologías de la información, Staneloni impulsó el llamado a concurso público para designar a la persona que, entre otras cosas, tendría la misión de convertirla en electrónica: así fue como llegó a la FIL Mónica Pérez, su actual Directora.

Con su llegada, se renovó toda la infraestructura de la biblioteca y pasó a ser online. “En estos últimos 20 años se hizo un enorme proceso de modernización; se pasó del papel a lo digital. Pero el rol de la biblioteca sigue siendo el mismo de siempre: es el lugar al que el investigador acude para buscar aquello que necesita a través de publicaciones”, resume Pérez. Sin embargo, señala que hubo un cambio de modelo en el acceso a los contenidos y que su misión es poder dar respuesta frente a pedidos que requieren inmediatez. Ya no se trata de buscar tal o cual publicación, sino de acceder en el momento al pdf de un artículo que se acaba de publicar. 

“En ese sentido, una de las funciones de la biblioteca también es formar redes para conseguir en tiempo y forma ese paper que se necesita”, explica la médica dermatóloga que eligió formarse en bibilotecología como segunda carrera. “Esta es una biblioteca para investigadores. Antes daba servicios de información a través de revistas impresas, ahora lo hacemos a través de colecciones digitales”, asegura Pérez.
La Biblioteca Cardini es la más completa del país en el área de la Bioquímica.
Las nuevas tecnologías no sólo impulsaron la digitalización de los materiales, sino que además hicieron que los bibliotecarios y bibliotecarias empezaran a desarrollar competencias que antes eran de otras áreas. “Las bibliotecas se van transformando cada vez más en Centros de Información y Documentación. Así es que trabajamos también en proyectos de preservación documental y archivística, como el Archivo Leloir de la plataforma Notables de la Ciencia, lanzada por el CONICET hace poco más de un año. Allí se reúnen los premios y distinciones, fotografías, entrevistas y demás colecciones personales de y sobre Luis F. Leloir y nuestro instituto”, destaca Pérez.
Mónica Pérez es la actual directora de la Biblioteca Cardini.
¿En qué sentido sigue vivo hoy el legado de Cardini en la biblioteca? “Fue su director mucho tiempo y alguien a quien le interesaba la investigación y la docencia”, reflexiona Pérez. Y concluye: “Para él no se trataba solamente de tener acceso a las publicaciones científicas para investigar; también le importaba la formación de los becarios, los tesistas. Era un gran formador de recursos humanos y entonces concebía a la biblioteca con un rol central. Eso sigue siendo así”.